Mi
nombre encabezaría, sin duda, la lista de defectos. Me abundan y superan.
Tú
allá y yo aquí, así funciona. La propuesta iba encaminada por esos rumbos.
No
quiero describirte porque sería injusta, nos parecemos más de lo que me gustaría.
Con diferentes debilidades y pasiones radicalmente opuestas.
Así
que, tomando riesgos, te voy a hablar de mí. Soy egoísta, desleal, infiel
(aunque redunde), mentirosa, depresiva y deprimente, vengativa, audaz y
rencorosa de memoria corta. En ocasiones vivo para otros y pocas veces para
mí.
Suelo
encontrarme con gente que no sabe irse, que se queda para ocuparme los días en
imaginarlos bien. Lo anterior aplica para amistades, noviazgos, amantes,
familia, colegas, vecinos y personas-coincidencia.
Contigo
no es así. Tú debías ser una "simple coincidencia", porque no sabes
quedarte, y no terminas de irte.
Tengo
el presentimiento de que hace tiempo ya no habrías aparecido, pero la
curiosidad del tiempo muerto me pone ahí.
Estoy
siempre presente, no es personal. No sé quedar mal, no me gusta. No puedo decir
un "no" fundamentado en rencores infantiles de negativas
acumuladas. Si quiero estar cerca, simplemente lo hago, no hay lugar para
méritos ni condicionamiento clásico.
Lo
tuyo, lo de las barreras, lo del yo esporádico, la afirmación de tu ser. Puedo
enunciarte, pero no entenderte.
Eres
ocasional, así te gusta. Cuando tú quieres, porque tú quieres y lo que quieres.
No está mal.
Digamos
que tus defectos siguen sin combinar con los míos. Yo quiero arruinar las cosas
de diferentes maneras a las tuyas.
A
mí me gusta, si bien no quedarme, dejar una parte de mí por donde paso. Tocar,
marcar, no pasar de largo. A ti te gusta pasar de largo.
Algo
extraño pasa, porque tu "yo" cercano se percibe distinto, en lucha constante,
pero distinto.
Da
igual, tú eres también el que está lejos el otro 90%. No me gustan los números
en una carta, porque son fríos, pero combinan contigo y eso les da cabida por
aquí.
La
propuesta era igual de lejana, con un ganar ganar, digno de alguien a quien le
interesa aquello de la satisfacción de necesidades materiales humanas.
No
hay sentido, sólo el tuyo en una dirección y el mío en una completamente
opuesta.
Eras
una coincidencia buena, que por algún motivo lograba efectos positivos, casi pueriles,
en mí.
Siempre
termino escribiéndote lo mismo, con palabras más o menos iguales, pero eres
consciente de que esto se hace por el placer de deshacerse de lo que no se
quiere llevar dentro.
Te
has negado rotundamente a ser mi amigo, porque presumes de no conservar
amistades más allá de lo necesario.
No
sé si debería encontrarte por la calle y saludarte desde lejos como un
extraño-conocido. No sé qué se supone, ni me gustaría hacerlo.
Me
desentiendo más bien, porque también sé hacerlo.
Tú
sólo piensas en ti, eso nos asemeja en algo.
Creo
que algún día, alguien agradecerá que te haya contado esto.